Revista Er Bisho.

Bienvenidos a la revista del I.E.S. Castillo de Luna (Rota) Er Bisho. La primera en este formato. Aunque la revista lleva una larga andadura en formato papel. Disfrutadla.

jueves, 23 de febrero de 2012

Relatos ganadores

Mañana viernes 24 de Febrero tendrá lugar la entrega de premios del concurso de relatos Profesor Juan Luis Rodríguez. Es una de las actividades programadas para el día de la conmemoración del día de Andalucía en nuestro centro.

Mencionados ya los ganadores el 19 de Enero, aquí os dejo los relatos ganadores:

En la modalidad del 1º ciclo de la ESO de Nazaret Chaves Lluelma del IES Arroyo hondo.

Amor en París

¡Qué bonito es

pasear por París

agarrados de la mano

como dos enamorados!

París ciudad de ensueños

de amores y desengaños

por corazones enamorados.

Paseando un buen día

por el Arco del Triunfo

pude ver tu cara angelical.

Me miraste y te mire

nos quedamos petrificados

como estatuas que presiden

unos jardines encantados.

Quedamos al día siguiente

en un restaurante apropiado

nos contamos nuestras vidas,

muchas cosas nos contamos.

Por lo Campos Elíseos

muchos días caminamos

cogidos de la mano

como dos enamorados.

Un día te perdí, no se

ni donde ni cuando

esa noche me desperté

y solo estaba soñando.

Aquí sigo, solo, esperando

ese amor que perdí,

porque no hay nada tan bonito

como encontrar un amor en París.

En la modalidad del 2º ciclo de ESO el relato titulado “C'est lui pour moi. Moi pour lui dans la vie.” de Alba María Iglesias Gutiérrez del IES Castillo de Luna

Las relaciones, las relaciones amorosas no tienen por qué ser simplemente lo que la mayoría de personas conocen como tal. Y a los 16 puede llegar a ser una edad muy inocente en ese aspecto, si no, que se lo pregunten a Elisa y Nicolás. Ambos de 16 años, ella de España y él de Francia, se conocieron gracias a la beca que les concedieron a ambos instituto. Elisa iría a Francia, adoraba ese país, su idioma..., así que se esforzaba tremendamente en las clases y se le daba bastante bien. Por su parte, Nicolás, ya había estado en España con sus padres, le encanto. Pero el decidió irse a Suecia.

Esa mañana Elisa iba totalmente tarde, ella y su clase se alojaban en una residencia que había en el campus, así que tenían libertad en ir y venir por ellos mismos. Su compañera de habitación y mejor amiga Alex, había salido hacia rato pero a ella no le dio tiempo. Salió con los libros en la mano medio corriendo. Bajó las escaleras y una brisa congelada le sacudió, se abrochó el abrigo antes de continuar y siguió caminando a paso ligero. La puerta de su residencia se encontraba a veinte metros del edificio en el que ellos iban a impartir las clases. Veinte metros que estaban siendo realmente interminables entre el poco tiempo y el frío que tenía. Estar por allí le recordaba a las pocas veces que había visitado la universidad de su hermana, se le asemejaba bastante. Sacó un plano de aquello de su bolsillo y memorizó a donde debía dirigirse.

-Al entrar, pasillo derecho, primera escalera a la izquierda y el segundo aula. - se repetía una y otra vez mientras hacía el recorrido. Justo cuando iba a doblar la esquina se topo con alguien que, al chocarse con ella, hizo que todos sus libros cayeron estrepitosamente al suelo.

-Lo siento- dijo una voz desde arriba mientras ella se agachaba a recoger sus libros. El dueño de aquella voz se agachó también para ayudar. Ambos se miraron un segundo y continuaron recogiendo. El chico le entregó a Elisa sus cosas y ella se marchó rápidamente a su clase con un rostro neutro. Cuando entró, Alex le hizo una señal para que viera donde estaba y la invitó a sentarse a su lado.

-No tenías por qué haber venido tan a prisa, esto no empieza hasta dentro de un rato. Al parecer, como nosotros, los profesores les dejan un tiempo entre clase y clase.- Elisa dio un repaso a la clase, allí solo se encontraban sus compañeros y su profesor, ni rastro de caras desconocidas. Otro profesor entró entonces y se presentó mientras alumnos, supuestamente franceses entraban en la clase.

-Ya estamos todos.-dijo el profesor español.-como podéis ver, hay caras nuevas. Éstos son vuestros compañeros de becas y con ellos pasaréis las próximas semanas. Espero que podáis llevaros bien y entenderos.-El profesor francés asintió.

Tras una pequeña charla, los chicos comenzaban a conocerse. Era increíble la habilidad con la que todos empezaban a coger confianzas e incluso a hacer grupos. Elisa se sorprendió al ver a aquel chico con el que se tropezó en su grupo, hizo ademán de saludarle y él respondió con una amplia sonrisa. Tras eso se entablaron en una profunda conversación que duró todo el tiempo que estuvieron en la clase. Tras esto se despidieron sabiendo que se verían pocas horas después.

-Has hecho muy buenas migas con Nicolás ¿verdad?-preguntó Alex y ella asintió.

-Es un chico muy agradable.-dijo con una sonrisa. Y entraron en su habitación.

Los días iban pasando y las relaciones entre los chicos mejorando. Había complicidad entre ellos y se notaba que, el interés por ciertas cosas y la edad, el último empujón para que de allí salieran buenos amigos. ¿Tan solo tres semanas eran suficientes? Al parecer sí. Centrémonos en nuestros protagonistas, con aquellas conversaciones y confianzas, comenzaron a haber coqueteos entre aquellos adolescentes y parecía que nada pudiera estropear aquellos momentos que pasaban juntos.

Era sábado y les dieron libertad para salir. Claro está solo hasta las diez de la noche. A las once y media un móvil sonó en la habitación de las chicas. Elisa alargó su brazo y agarró el móvil, tenía un mensaje. “Te estoy esperando aquí abajo, no tardes. Nicolás”.

-Es él.-le dijo a su amiga.- y quiere que baje.

-Hazlo, si pasa algo... yo te cubro.-ella asintió y tras ponerse la chaqueta se marchó. Él se encontraba justo en la puerta de su residencia, tras salir del campus una moto les esperaba. Le pasó un casco y ella se lo puso sentándose en el asiento. Nicolás le pidió que cerrara los ojos, que lo que le esperaba era una sorpresa y ella asintió agarrándose fuerte a él. Las preciosas calles de París adornadas navideñamente se iban quedando detrás y él paró la moto. Estaban en la casa de Nicolás, la invitó a pasar y a subir unas cuantas escaleras, le hizo cerrar los ojos de nuevo. Un ruido de una puerta y una brisa congelada. La hizo caminar un par de pasos y la paró abrazándola por detrás.

-Ahora-comenzó.-cuando cuente tres abre los ojos. Uno, dos y...tres.-dijo y ella los abrió. Una sonrisa esbozó en el rostro de la chica al ver semejante belleza ante ella. Para Elisa París no era una ciudad más y estaba completamente enamorada de la famosa torre Eiffel. Poder verla delante de ella desde aquella azotea y con una compañía como la de Nicolás hizo que se sintiera completamente especial. Lentamente Elisa se dio la vuelta para poder ver el rostro fascinado de Nicolás.

-Este es mi sitio preferido de París, este rinconcito de mi casa es mi tesoro. Siempre que me sentía mal o simplemente quería pensar me subía aquí y sabía que estaría tranquilo hasta que yo quisiera.

-Es precioso Nicolás. Es totalmente precioso.-Él se acercó a ella, quedando a un palmo de su cara.

-Tú también lo eres.-dijo y la besó tímidamente poniendo su mano sobre el cuello de Elisa. Ella le respondió esbozando una preciosa sonrisa. Nada más lejos de la realidad, estaba enamorada.

Se hizo aun más tarde entre besos abrazos y ella se tenía que marchar. Bajaron de la mano y volvieron a montar en la moto, las calles adornadas volvían a quedar atrás y ella volvió a su habitación sin que nadie más que ella, Nicolás y Alex se dieran cuenta de su escapada. En los siguientes días los encuentros se multiplicaban, estaban juntos en las actividades del instituto y luego se llevaban todas las tardes libres y las noches hasta llegar la hora de volver.

Uno de los días algo pasó que hizo que todo cambiara en un segundo. El profesor de Elisa recibió una llamada, la sacó de la clase para decirle que su padre había tenido un accidente, nada grave pero estaba en el hospital. Le dio la opción de quedarse pero ella quería volver, fuera lo que fuese quería verle. Sin más entró en la clase cogió sus cosas y se marchó cruzando una mirada con Nicolás. Había podido coger un vuelo para pocas horas después y tras prepararlo todo se marchó.

Ella llegó nerviosa al aeropuerto español, allí la esperaba su hermano, quién tras ayudarla con sus maletas la dejó en el hospital. Andaba inquieta por los pasillos hasta que dio con su madre, ella la miró y la abrazó tiernamente antes de susurrarle al oído que no pasaba nada. Ella asintió con lágrimas en sus ojos. Poco después las dejaron pasar, su padre las esperaba con una sonrisa en sus labios.

-Estoy bien, estoy bien.-repetía una y otra vez.-no tendrías que haber venido Elisa, es tu oportunidad. Ella negó con la cabeza.- ¿No te dejaste nada allí?- Pensó un momento en lo que querría decir su padre pero sacudió la cabeza quitando la idea de que su padre supiera algo.

-Algo dejé, pero Alex podrá recogerlo.- contestó ella como si de un objeto se tratase. Su padre asintió.

-Mañana podrán llevárselo a casa.-dijo el doctor desde atrás. Lo que decían, nada había pasado realmente. Esa noche Elisa se quedó pensando en todo lo ocurrido en Francia y sonrió amargamente por la decisión que había tomado. Cogió su móvil y mando un sms a Nicolás diciéndole lo ocurrido. Él no contestó. No lo hizo ni esa noche, ni la siguiente, ni la de después. Y su clase volvió a España.

Elisa fue a recibir a su amiga al aeropuerto y la ahogó en un fortísimo abrazo. Le contó lo ocurrido y el por qué de su inesperada ida, su amiga la entendió.

Mientras tanto en Francia Nicolás no podía dejar de mirar su móvil. No entendía la marcha de Elisa hasta que esa noche vibró. No lo dudo y al día siguiente pidió que cambiaran su destino, quería verla de nuevo. Él sonrió amargamente cuando dijeron “imposible” al cambio.

Justo el día antes de la ida de los grupos a los demás países uno de sus compañeros de clase se le acercó.- Hey Nicolás.-le dijo.- Si quieres puedo cambiarte mi destino. Yo ya estuve en España con mis padres una vez y veo que lo necesitas más que yo compañero.-Él le sonrió asintiendo y le abrazó.

Llegaron a media tarde a España y no hubo ningún tipo de presentación. Nicolás buscaba una y otra vez con la mirada para ver si podía dar con la de Elisa, pero ella no se encontraba allí. Reconoció a Alex y le preguntó, ella le acompañaría a casa de Elisa esa misma noche. Y así pasó, Nicolás no sabía cómo hacer para entrar allí, para verla, no sabía qué cara poner o como presentarse. Decidió hacerlo de la manera más rápida posible y le envió un sms igual que la primera vez que la fue a buscar a la residencia. Ella entonces pegó un salto en su habitación, su móvil había vibrado. Leyó el mensaje y una sonrisa brotó de sus labios una vez más. “Estoy aquí abajo, enfrente de tu casa. Te quiero. N” ¡Qué bonitas palabras le parecían! Sin pensarlo dos veces salió de casa para encontrarse con su querido francés. Él la abrazó con fuerzas en cuando se acercó y se fundieron en un beso.

Como dice la canción, “Quand il me prend dans ses bras, il me parle tout bas, je vois la vie en rose.” Así era como se sentían, justo de esa manera. Sus corazones latían en ese momento con fuerza y sincronización como si de uno solo se tratase. No sabían cuánto duraría esto pero el futuro sería pasado pronto y ellos querían disfrutar del momento.

Y por último en la modalidad de Bachillerato el trabajo titulado "El ángel de París" de Marina Gasca Linares del IES Castillo de Luna.

Tres han sido las veces que me he quedado a las puertas de un ansiado viaje a Paris. La pasada Navidad, he tenido la suerte, dichosa suerte, de poder realizar mi sueño.

A finales del mes de Noviembre me dispuse a tomarme una sopa calentita muy beneficiosa para paliar los síntomas catarrales. Así que tomé de la despensa una lata de sopa de la marca “agüita amorosa”. ¡Qué grata sorpresa! Bajo la tapa de la lata encontré un papelito donde constaba que había sido agraciada con un premio: Un viaje de ensueño para dos enamorados a París, la ciudad del amor. La sopa me supo a gloria, a pesar de que fuera precocinada, y estuviera más salada que un ripio, pero el premio me hizo insensible ante dicha salazón, aunque sigo pensando que la sopa de mi madre es muchísimo mejor.

El día 23 de Diciembre tomamos un vuelo directo mi chico y yo con destino a la ciudad de la luz. Al bajar del avión nos recibieron con una cesta de fruta y una botella de champagne en una roja limusina que nos llevaría al hotel Ritz de Paris. La habitación era perfecta, tenía una gran cama con dosel, y también una hermosa chimenea para poder calentarnos durante nuestras 8 noches de estancia.

Los dos días siguientes, día de Nochebuena y Navidad quisimos retomar nuestra infancia visitando el mágico mundo de Disney. Un ratón con dos redondas orejas y brillantes botones amarillos en sus rojos pantalones, nos introdujo en un mundo de ilusión y fantasía. Una cabalgata con deslumbrantes adornos navideños y miles de resplandecientes luces, consiguió que ese día estuviera lleno de magia. Esa noche, disfrutamos en la cena con la compañía de dos famosos ratones llamados Mickey y Minnie, unos locos enamorados, que nos invitaron a mi chico y a mí.

Tras dormir en una confortable cama de cuento de hadas, me desperté en mi habitación. En un mueble a los pies de la cama me encontré un sobre en el que había dos pases para la subida a la torre Eiffel durante la iluminación de Nochevieja, y una nota anónima que decía: -“No desaproveches esta oportunidad”.

Esta nota produjo un pequeño cambio en nuestros planes. Esa mañana regresaríamos a Paris, pero no visitaríamos la Torre Eiffel, sino que iríamos hacia la basílica del sagrado corazón, situada en el Montmartre, una de las zonas más altas de París, dicha basílica parecía una blanca perla emergiendo en la verde y fresca pradera. Después de aquella visita tan espiritual, nos dispusimos a pasar una noche loca en el “Moulin Rouge” Allí danzamos y cantamos hasta perder la noción del tiempo, que vuela cuando se está cerca de la persona amada.

El cuarto día lo dedicamos por entero a visitar el Museo del Louvre, una gran pirámide de cristal nos dio la bienvenida al lugar donde se nos mostraría una gran muestra del arte de todo el mundo. Recuerdo con satisfacción la sonrisa cálida que nos dedicó una dama en una de las salas, se llamaba Lisa y era muy mona. Yo, como saludo de cortesía, le correspondí con otra sonrisa, por algo tengo muy buena educación. Disfruté como nunca contemplando con asombro aquellas obras de arte.

Al día siguiente decidimos dar un paseo por la larga avenida de los Campos Elíseos, en la que mi chico tuvo el detalle de obsequiarme con un pequeño frasco de perfume francés. Es la avenida más hermosa del mundo y conecta dos de los monumentos más emblemáticos de París: La Plaza de la Concordia, que es una de las más grandes de Francia, y el Arco del Triunfo. Durante el transcurso de aquel hermoso paseo tuve la agradable sensación de sentir a mi lado una buena compañía que compartiría conmigo aquellos recuerdos imborrables. Quise darle las gracias, gracias por ser como es, por tratarme como nunca nadie me ha tratado, por hacer nacer en mí sentimientos que tenía escondidos, por llenar mi vida de momentos increíbles y recuerdos inolvidables.

Al finalizar la jornada asistimos a la opera Garnier donde se representaría aquella misma noche la famosa opera de Bizet “Carmen”, obra ambientada en mi tierra, Andalucía, protagonizada por Carmen, bella gitana que poseía un fiero temperamento, y que libre en el amor; acabó siendo víctima de un ataque de celos por parte de uno de sus amantes.

El penúltimo día en la ciudad decidimos dirigirnos a la catedral de Notre Dame. Accedimos a su interior a través del portal del juicio final. Quedamos asombrados contemplando la mezcla de las luces de colores que jugaban entre ellas por todo el suelo. Eran los reflejos de las vidrieras que se iluminaban con los cálidos y luminosos rayos del sol. Cerca del altar mayor, oraba un grupo de fieles, pedían fe, sabiduría, salud y amor. Yo pedí que ayudara a quienes están en soledad. Subimos al campanario, y desde allí pudimos contemplar centenares de parejas de enamorados como nosotros, paseando por las calles de Paris. Había un halo de luz celestial en la imagen de un ángel sonriente. Cantaron todas las campanas al unísono, sonando así una melodía de amor que en nuestros oídos interpretamos como un canto angelical.

Los puentes del Sena fueron el siguiente punto en nuestro viaje. En un barco parisino, bajo la luna llena y mientras disfrutábamos de una romántica cena a la luz de las velas, bajo el puente de Sully, el de San Luis, San Michel, el puente neuf, el puente des arts, el de la Concordia y el puente del alma vimos correr las aguas tranquilas y serenas, doblando la ciudad hacia la calma lo mismo que nuestro amor, que empezó y nunca acaba. Puentes de París donde transcurren lentas las aguas con destino al mar infinito, al igual que al cielo van nuestras almas.

Llegó el día 31, y con él Nochevieja. Ese día que tanto había aguardado desde que encontré aquella nota. Cogimos nuestros pases y nos dirigimos hacia las cercanías de la Torre Eiffel. Tomamos una suculenta cena en el restaurante Jules Verne. Y a falta de media hora para el espectáculo procedimos a subir a la Torre Eiffel. Cuando llegamos, había un sobre destinado a mi persona, lo abrí y leí la misiva que venía en su interior:

Querida amiga:

Me he enterado que éste es tu último año en el centro Castillo de Luna, centro donde yo impartía clases de francés, y donde yo exhalé mi último aliento en esta vida un fatídico 19 de Enero, ahora se cumplen tres años de aquella fecha .pero he de decirte que allí pasé unos momentos felices con mis compañeros y alumnos, es algo de lo que yo nunca me podré arrepentir porque pude conseguir un incalculable tesoro de amistad. Ahora vivo en un sendero de gloria pero os recuerdo a todos.

Yo no quería que te fueras sin poder visitar Paris, tú, que varias veces te has quedado a las puertas de un viaje a una ciudad de ensueño, ciudad en la cual, si besas a alguien a quien amas, el cielo suspira, y si cierras los ojos durante ese beso, verás la vida en rosa. Es el hechizo mágico de París, que cuando lo lanza, hace que la vida sea de ese color. Sé que siempre sonará en tu vida la estrofa de mi canción. Verás la vida en rosa mientras suena mi canción. Un abrazo de este amigo que desea para ti todo lo mejor.

Cuando terminé de leer aquellas notas, sentí estremecerse mi corazón. Comenzó la cuenta atrás. La torre Eiffel se iluminó mientras sonaba de fondo la melodía de Edith Piaf, “La Vie en Rose” Mi corazón latía al son de aquella canción, los fuegos artificiales fueron lanzados al aire desde los estanques del Trocadero. Nuestros ojos brillaban mientras observábamos atónitos las tracas de fuego dorado esparciendo una intensa lluvia de luces encendidas en el cielo parisino donde había una gran luna llena. En la lejanía, un bosque estelar se perdía en la distancia y en una estrella perfecta apareció resplandeciente la silueta de nuestro ángel de amor, El Ángel de París.

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